Pequeño poema sonámbulo
La mano queda que posándose en los labios ahoga un suspiro de torbellinos desnudos, arrastrándose suavemente en las pleamares con ásperos pasos, al borde del último olvido con aires de melancolía y dulzura.
Desojo mi flor de las ilusiones, cieguecito, buscando un mayor deseo de movimiento, un ángel de elegancia, un amor sin sombras.
Ven, ven, déjate querer, ven, déjate aprisionar en el dulce sortilegio que hará derramar tus lágrimas sin amarguras y te ayudará a vivir.
Ven, conoce la embriaguez física de sentir tus miembros como violentos y elásticos resortes.
Eres tan hondamente deseada de mi alma y de mi carne, que eres la única y la prometida, mi impaciente anhelo.
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