Poeta uruguaya nacida en Montevideo en el seno de una familia burguesa.
Delmira Agustini
Su abogada, dijo haber conocido a Delmira desde niña, y la describió como cariñosa, bella, de carácter melancólico y dueña de una precoz y maravillosa imaginación.
El profesor de música sostuvo que Delmira estaba muy bien dotada para la música, que tenía mucho talento, a pesar de que faltaba mucho a clase. Dijo que todo lo hacía bien, que era humilde, nada pedante, reservada y muy sumisa a su madre, a quien parecía encadenada.
Han dicho de ella, «Delmira esa terrible sacerdotisa de Eros, fue una niña perfectamente casta hasta el día de la muerte y nunca ningún otro hombre que su marido tuvo trato carnal con ella.»
Los versos eran su mayor placer, pero también su tormento.
A veces su tensión nerviosa llega a extremos insoportables. «Yo casi preferiría que no escribiera.», decía su madre.
Delmira era una niña buena y obediente, sencilla y dulce, recatada, esa misma mujer que luego, en la alta noche, en las madrugadas, era capaz de escribir versos inquietantes.
En sus últimos años de vida, Delmira, aunque entrada en carnes, seguiría siendo bella, según asegura Omar Prego Gadea, en su obra Delmira.
El mobiliario de su casa lo describe ella misma: » una cama, un pequeño ropero estilo inglés, de pino de tea, una mesa de luz, un sofá de vestíbulo y algunas sillas».
Delmira Agustini
Su obra se caracteriza por una fuerte carga erótica, asombró a Montevideo y Buenos Aires con sus libros de versos.
Sus poemas siguen la línea modernista y están llenos de feminismo, simbolismo, sensualidad y sexo.
Contrajo matrimonio en 1913. Su matrimonio fracasó a los dos meses, y un año después, en 1914, murió asesinada por su marido quien se suicidó después.
«A veces, cuando el amado y yo soñamos en silencio, -un silencio agudo y profundo como el acecho de un sonido insólito y misterioso- siento como si su alma y la mía corrieran lejanamente, por yo no sé que tierras nunca vistas, en un raudal potente y rumoroso…»
Amor
Yo lo soñé impetuoso, formidable y ardiente;
Hablaba el impreciso lenguaje del torrente;
Era un mar desbordado de locura y de fuego,
Rodando por la vida como un eterno riego.
Luego soñelo triste, como un gran sol poniente
Que dobla ante la noche la cabeza de fuego;
Después rió, y en su boca tan tierna como un ruego,
Sonaba sus cristales el alma de la fuente.
Y hoy sueño que es vibrante, y suave, y riente, y triste,
Que todas las tinieblas y todo el iris viste;
Que, frágil como un ídolo y eterno como Dios,
Sobre la vida toda su majestad levanta:
Y el beso cae ardiendo a perfumar su planta
En una flor de fuego deshojada por dos…
Buscando musa
Yo la quiero cambiante, misteriosa y compleja,
con dos ojos de abismo que se vuelvan fanales;
en su boca, una fruta perfumada y bermeja
que destile más miel que los rubios panales.
A veces nos asalte un aguijón de abeja:
Una raptos feroces a gestos imperiales
y sorprenda en tu risa el dolor de una queja;
¡en sus manos asombren caricias y puñales!.
Y que vibre, y desmaye, y llore, y ruja, y cante,
y sea águila, tigre, paloma en un instante,
que el universo quepa en sus ansias divinas.
🙂 Si te parece interesante, suscríbete!
¿Qué opinas?