Vomitas felicidad
y no quiero que salpiques.
Prefiero el estiércol de la cloaca
que promete victoria
y no quiero que salpiques.
Prefiero el estiércol de la cloaca
que promete victoria
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A los ojos
Mírame.
Dime que me quieres
O que me odias
Pero mírame a los ojos.
Yo te odio
hoy. Mañana no sé.
A lo mejor arde la rabia
y mi pelo y este odio
en una candela que caliente.
A lo mejor me río
cuando me lo digas otra vez
y me siga helando este frío.

Tu resignación
Resignada
El machismo que vomitas…
Resignada
El machismo que vomitas…
No te hubiera temblado la mano,
…me hubieras quemado…
porque unas me caí
pero otras me tiraron. Nos dividen.
Este puto sistema
lo consigue.
Dime que también te da asco. Y tú…
…me hubieras quemado…
porque unas me caí
pero otras me tiraron. Nos dividen.
Este puto sistema
lo consigue.
Dime que también te da asco. Y tú…
Tú me calientas…
Me da igual como lleves el pelo
o tu último tatuaje.
¡Mírame a los ojos!
Tú me interesas
Me da igual como lleves el pelo
o tu último tatuaje.
¡Mírame a los ojos!
Tú me interesas
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Parece que el odio no es un sentimiento válido para la poesía; o por lo menos no es lo primero que se te viene a la cabeza cuando se trata de un poema. Sin embargo, para mí es tan válido como cualquier otro, es más, por su intensidad es digno de ser sacado y compartido de esta bonita manera. Lo que no se expresa se enquista. Y ¿Quién no ha sentido odio alguna vez?