CARMELA, relato erótico
Carmela llevaba unas semanas cansada. El frío le calaba hasta los huesos y cualquier tarea insignificante le resultaba una inmensidad. Aquella mañana decidió ir al médico.
Rescató un poco de las ganas que tenía dormidas y se arregló. Era morena de pelo y de ojos grandes y negros. Por animarse un poco se vistió con el conjunto azul que tan bien le sentaba; salió de su casa hecha toda una señora.
Cuando llegó al centro de salud el médico no había llegado todavía y se sentó en un banco a esperar pacientemente su turno.
Normalmente Carmela se integraba sin problema en alguna de esas conversaciones con las que la gente entretiene la espera. Pero ese día el tedio hacía que asintiera ausente y aburrida a la viejilla menuda que tenía enfrente y que hablaba sin cesar.
Don Rafael, el médico, se incorporó casi veinte minutos tarde a su puesto de trabajo.
Carmela
A Carmela se le pasó el enfado cuando entró en la consulta y vió al doctor sentado frente al ordenador, con su cabello rubio y su piel morena aún ya casi entrado el invierno. Era tan guapo que parecía un personaje de película.
Desde su mesa de despacho Rafael recibió a su paciente con un saludo y un mirar intenso. Carmela se sintió indefensa y desprevenida ante aquella profunda mirada del médico; sintió rechazo hacia él por resultarle tan encantador.
Casi tres años ya que había muerto su marido, y últimamente el deseo sexual hacía que Carmela se sintiera insegura ante cualquier insinuación masculina.
Así que presa de una forzada indignación le pidió al doctor explicaciones por su retraso.
Rafael, mientras absurdamente explicaba lo mal que estaba el aparcamiento por aquella zona, observaba a Carmela; ella por un momento se sintió fuerte ante tanta excusa, y se relajó.
Se relajó tanto que cuando quiso darse cuenta estaba tumbada en la camilla contándole al médico lo cansada que se sentía de todo. Él sentado sobre ella, indagó sobre su vida.
Carmela cerró los ojos, se le atragantaron las palabras y cayó en la cuenta de lo sola que se sentía desde que su marido murió en aquel maldito accidente.
Vivía impulsada por la fuerza de la costumbre y recordó lo que un día le dijo su amiga Teresa: “que de anemia nada…, que ella lo que necesitaba era un buen hombre y un buen polvo”.
Y recordando esas palabras por un momento sintió el impulso de abrirse de piernas…
Rafael por su parte volcado sobre ella había ido acercándose poco a poco, se sentía desconcertado; mientras la oía hablar pensaba que lo único que necesitaba esa mujer era un buen revolcón, igual que él.
Tirando por tierra los principios de la medicina tradicional y los suyos propios, acercó tímidamente una mano hacia las piernas de su paciente, suavecito le subió la falda.
CARMELA, relato erótico
A Carmela un escalofrío le recorrió el cuerpo de arriba abajo y su corazón comenzó a latir muy deprisa, pero no se movió.
La mano de Don Rafael siguió hacia arriba, le desabrochó los botones del vestido, le cogió un pecho y comenzó a masajearlo poco a poco.
Carmela no podía creer lo que estaba pasando. Sentía su sexo arder y empezó a moverse.
Él continuaba acariciándole las tetas y cuando abrió los ojos vió que la mano de Rafael se deslizaba lentamente hacia su sexo.
Su cara de muñeco, se había transformado en la de un animal en celo. Carmela no dudó en pasar a la acción; acabó de desabrocharse el vestido y le bajó a Rafael la cremallera del pantalón. Un bulto enorme amenazaba con salir de su ropa interior.
Carmela sintió profundos deseos de comérselo.
Pero Rafael cada vez más excitado le chupaba, le sacaba, le metía una lengua ávida; ella disfrutaba sorbiendo sus jugos sin parar de tocarlo, hasta que no pudo resistirse y bajó a comerse la polla caliente de su doctor. Se la sacó de las ropas y empezó a lamerla con deseo. La chupaba toda, por arriba, por abajo, la metía en la boca, la sacaba…
Rafael, con la voz transformada por el deseo, le decía al oído que se la iba a meter toda, y ella ansiosa no dudó en sentarse en la camilla con las piernas abiertas sintiendo que iba a reventar de gusto.
Carmela
Pero el médico tenía otros planes.
Le bajó las bragas y empezó a lamer de su coño. Chupándole el clítoris le metió un dedo en la vagina, pero a Carmela excitada le cabía más y le metió otro.
Ella se meneó gustosa hasta que llegó al éxtasis en la boca de su doctor.
Entonces él se irguió. Se puso un preservativo y miró a Carmela apuntándola con una verga tan tiesa que ella sólo pudo acoger gustosa cuando la penetró con la seguridad de quien llega a su casa.
Rafael embistió duro hasta que chorreó un orgasmo en el sexo rendido de Carmela.
…Lo que siguió a este episodio fueron golpes en la puerta y el vestirse a toda prisa.
Carmela va hoy de nuevo al médico. Dice que a una revisión, pero por si acaso se ha puesto sus mejores galas en lencería 😉
Una historia de desenfreno, capítulo 1
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Que tal folladón le habrá dado