Pasaban los días y Lola se resistía a llamar a Manuela. No sabía cómo acercarse para evitar otra riña, y aunque era consciente de que su amiga estaba herida y atravesando un mal momento, no podía dejar a un lado su preocupación por Marta; ni pensar que Manuela era la tutora de su hija..
Aquella tarde en la tasca tuvo la intención de sacar el tema, pero la conversación derivó en otros derroteros y Lola no encontró el momento de proponer a Manuela que hablara seriamente con su hija.
Ahora dudaba. Llevaba un rato con el móvil en la mano hasta que por fin se decidió a marcar.
– Manuela, ¿qué tal?
– ¿Qué pasa Lola? -contestó secamente la profesora, que aquella mañana se había levantado con un humor de perros. Le dolía la espalda del rato que estuvo en el sofá y le dolía el orgullo.
– Verás, el otro día…
Manuela cortó:
– ¡No quiero hablar del otro día, Lola!
– Pero bueno, ¡deja que te explique, mujer!, estoy muy preocupada por Marta. Me gustaría que hablaras con ella. Me parece que sale con un chico o algo de eso hay, porque se pasa todo el día en las nubes y no se como va a acabar los estudios.
Manuela secamente volvió a interrumpir:
– Pues mal, Lola, los va a acabar mal. Pero ¡joder!, tú como siempre a lo tuyo. ¡Mira, no estoy bien Lola, es más, estoy fatal y no tengo cabeza para nada!
– Ya sé que estás mal Manuela, pero es por Marta…
Manuela le respondía cada vez más enojada.
– Mira es tu hija y creo que en diecisiete años has debido de tener tiempo para hablar con ella.
Estamos corrigiendo exámenes, tenemos reuniones un día sí y el otro también, mi marido está con otra y quiere irse, mi vida se desmorona… No puedo con más Lola, esta vez no. Además Marta en clase lo único que hace últimamente es alborotar, y mira por donde creo que eres tú la que debería hablar con ella y ponerla en su sitio.
Lola sintió unas enormes ganas de llorar y casi sin voz, atinó a decir:
– Está bien Manuela.
Cuando colgaron el teléfono las dos amigas se sintieron peor aún de lo que estaban.
Lola perdida e impotente con Marta.
Y Manuela al borde del precipicio, ahora también se sentía culpable.
¿Qué opinas?