Y es que se sentía en una encrucijada.
Manuela aquel día al llegar a casa había visto un montón de cajas empaquetadas en una esquina del salón, y a Antonio vestido con una camisa roja desconocida para ella.
Manuela con un terrible vértigo preguntó:
– ¿Te vas con ella, verdad?
– Sí, pero hasta que encuentre algún sitio donde quedarme-, le respondió Antonio.
– Y ¿por qué no te quedas aquí y buscas algo tranquilamente?, creo que sería lo más razonable…
– Mira Manuela, no. Me ha costado mucho trabajo dar el paso, y ahora no pienso dar marcha atrás.
– No estoy hablando de marcha atrás, Antonio, pero no hemos hablado apenas y además, ¿tú crees que meterte en casa de otra mujer es ir adelante?
– Pues no lo sé Manuela, es una decisión y ahora mismo no hay nada de lo que hablar. Me voy.
Cargó el ascensor y se marchó dejando a Manuela totalmente perpleja y muy dolida, después de haber hecho el amor como desesperados dos días antes.
Y por si todo eso fuera poco, la menstruación traicionera todavía no había hecho acto de presencia.
Ese mes, Manuela podía contarlo como una segunda falta…
¿Qué opinas?