Marta se veía ocasionalmente con Francisco, y cada día que pasaba se sentía más enamorada.
Le encantaba oírlo hablar; y se vestía y arreglaba pensando en él.
El resto del mundo le traía prácticamente sin cuidado. Incluso sus amigas habían dejado de interesarle.
Y no digamos los estudios. Se le pasaban las horas muertas pensando en Francisco. Tenía los libros llenos de corazones con su nombre y una foto tamaño carné en la cartera que sacaba aprovechando cualquier ocasión.
Estaba descubriendo el amor y miles de sensaciones la recorrían de arriba a abajo cuando Francisco la miraba.
Pero sobre todo Marta no podía olvidar la noche en que tuvo su primer orgasmo.
…Llevaban un rato en el banco donde solían verse. Francisco poco a poco había ido acariciándole las piernas hasta llegar a su sexo, donde se entretuvo tocándola por encima de las bragas.
Marta cada vez más relajada y excitada, movía sus caderas hacia delante y hacia atrás, buscando deseosa con su pubis la mano de Francisco. Hasta que éste le hurgó entre la vulva, tan jugosa que los dedos parecían deslizarse solos dentro y fuera. La respiración de Marta se iba acelerando cada vez más, hasta que llegó un momento que sintió una explosión de placer tal, que le pareció que no era posible más.
Ya en su cama, cuando las emociones la dejaron relajarse y el sueño le vencía, se dio cuenta de que había tenido un orgasmo.
Entre tantos descubrimientos, Marta ignoraba que lo desconocía todo de Francisco; y que si la ocasión lo merecía, él no dudaba en aprovechar la conquista que se le pusiera por delante.
Para Marta en su cuento de hadas, no cabía la posibilidad de que su príncipe estuviera enamorado de otra mujer.
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