La festiva reunión la había preparado el curso que terminaba su ciclo al año siguiente. El patio principal del instituto decorado con globos y guirnaldas, se había transformado en provisional sala de baile. Al fondo habían colocado una barra, y otra más pequeña y reservada, había sido instalada cerca del campo de fútbol.
Cuando Marta iba llegando al colegio, la música verbenera hizo que le asaltara la emoción. Por fin había llegado el día. Al entrar en el patio inquieta buscó a Francisco con la mirada, pero lo que vio era que no había apenas nadie. La impaciencia había hecho que llegara casi la primera a la fiesta, y resignada, acudió donde habían quedado sus amigas para tomarse unas cervezas antes del esperado evento.
Marta comenzó a ponerse nerviosa cuando vio a los amigos de Francisco, porque eso quería decir que él no andaría muy lejos. Cuando se acercó al grupo, todo el mundo coincidió en que estaba muy guapa, y ella respondió con sonrisas a los elogios, pero intranquila y disimulando buscaba a su amor. Pasó el rato entre sorbo y sorbo de cerveza, comiéndose las uñas y fumando los cigarros uno detrás de otro.
Cuando la charpa fue considerable en número, el alcohol había hecho su efecto y decidieron marcharse, Francisco todavía no había aparecido.
La ilusión de Marta comenzaba a ser amenazada por desoladores fantasmas.
Si las paredes hablaran 17
…Después de cenar en un buen restaurante, Manuela y Soledad llegaron animadas al instituto, y se acercaron a la barra principal a saludar a sus compañeros y compañeras. La gente se divertía y percibieron buenas vibraciones en el ambiente. Manuela vio a Lola de lejos. Se saludaron con un gesto.
Francisco y el “Negro” aparecieron sin hacerse mucho de notar, y después de saludar a la basca, se dirigieron hacia la intimidad de la barra pequeña. Sin tenerlo planeado cuando Manuela vio a los dos chicos, se puso en guardia. Había visto muchas veces a Marta y a Francisco marcharse juntos en la moto, y después de saludar a Lola, recordando su llamada de socorro decidió intervenir de alguna manera; y optó por controlar al muchacho. Así que después de poner a Sole en situación, se dirigieron ambas a la barra la pequeña.
Francisco y el “Negro”, con un par de rayas de coca y algún que otro canuto en el cuerpo, aparentemente relajados y muy parlanchines, cuando vieron a sus profesoras las saludaron efusivamente con un par de besos, y como dos caballeros las invitaron a un par de cubatas que ellas aceptaron sin dudar…
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