La música había dejado de sonar y poco a poco el patio del instituto iba quedándose despejado.
Los dos amigos fueron a “meterse” otra raya de coca y a repartir el dinero que habían ganado con sus negocios. Al regresar, Francisco comenzó a mirar sin disimulo a Manuela. Nunca la había visto tan atractiva y sobre todo, nunca le había resultado tan divertida.
Y el “Negro” que no paraba de charlar, se estaba sincerando con Sole:
– …Soledad, en serio, que a mí no “má servío pá ná” el colegio, que quieres que te diga…
– ¡Pero si no venías nunca, no cuentes películas!, -le contestó Sole que lo había tenido de alumno.
– Pero si era mi viejo el que me decía que eso no servía “pá ná”, que no perdiera el tiempo, se mosqueaba y “tó” conmigo cuando venía… Mira yo me estoy ganando la vida en un taller arreglando coches, y eso lo he “aprendío” en la calle, desde que era un “nano”, he estado trapicheando con las piezas…
– ¡Sí, de coches robados!…
– «Posí», pero que ni yo ni mi viejo hemos “robao“ nunca “ná”, ¿eh?, que a nosotros las piezas nos las traen… – dijo poniendo las cosas en su sitio…
– Manu, y dime una cosa, -interrumpió Sole- ¿el taller os da para vivir?, porque veo que os va de lujo… ¿Francisco también trabaja allí?
El “Negro” levantó la cara sorprendido de que la profesora lo llamara por su nombre, y contestando sólo a la última pregunta, algo esquivo dijo:
– Sí, ya mismo lo contratamos.
Manuela notaba como Francisco se le arrimaba. Se acercaba mucho al hablarle, la piropeaba, e incluso le había agarrado suavemente la cintura varias veces al hacerse sitio para ir al cuarto de baño. Hacía tanto que no se veía en una situación parecida, que Manuela temió no saber actuar. Pero cuando quiso darse cuenta, estaba felizmente dejándose cautivar por Francisco, que con sus piropos y sus galanterías estaba haciéndola sentir «mujer» después de mucho tiempo.
En un intervalo en los que se quedaron solas, Soledad le comentó a Manuela bajito:
– …Nena, estos van de coca, te lo digo yo. Y no sólo eso, creo que trapichean también. ¿No ves el dinero que manejan?
– Oye pues Francisco, creo que quiere algo conmigo.
– ¡Menos mal hija, que te has dado cuenta, porque menudo tonteo que lleváis!…- dijo Sole irónica-.
– Es que estoy muy falta de amor últimamente…
– Sí, sí, lo que tú digas… Y ¿qué vas a hacer?
Las profesoras bajaron la voz cuando apareció Francisco; y fue él, el que insinuante comentó:
– Hemos estado hablando y si no tenéis otro plan mejor, nos vamos con vosotras de marcha…
Sole dudó en voz alta:
– Ehh, pues estábamos también pensando, lo más seguro es que nos vayamos ya…
Manuela fulminó a Sole con la mirada. Se sentía insegura y necesitaba la compañía de su amiga hasta el final para conseguir su propósito. Francisco que no se daba por vencido fácilmente, insistió:
– Venga, venga Sole, no cortes el rollo…
Y Manuela sin pensarlo, dijo:
– Sí, sí, por mí sí, vamos a tomarnos algo- y miró a Sole suplicante.
– Claro, joder –dijo Francisco-. ¡”Negro”! –y miró a su amigo-, ¿tú qué dices?
– Eh, que “sssí” claro, vamos a tomar algo por ahí, evidentemente…
Soledad presionada y respondiendo a la mirada implorante de su compañera, dijo:
– Está bien, vamos.
Ellas iban en coche y ellos en moto, así que quedaron en verse en uno de los bares de la zona de “Ciudad Jardín”.
Camino del auto, Soledad le dijo a Manuela:
– Manuela ¿estás segura de lo que estás haciendo?, todavía estamos a tiempo de no ir.
– Pues no, no estoy segura Sole, pero relájate -le contestó Manuela mirándose en el espejo retrovisor de una motocicleta-, que de vez en cuando hay que hacer locuras…
Sole insistió:
– …Te recuerdo que esta tarde cuando hablamos por teléfono, estabas llorando por Antonio.
– Tú lo has dicho, Sole. Eso, fue esta tarde –le contestó Manuela en un tono que daba por cerrada la conversación.
Y Soledad arrancó el coche murmurando:
“…Y a mí quien me habrá dado vela en este entierro…”
¿Qué opinas?