Lola y Carlos aprovecharon sin dudarlo la oportunidad que les regalaba el destino.
Habían sido presentados anteriormente, pero hasta esa noche no habían tenido la oportunidad de conversar. Conscientemente o no, el profesor se había esforzado por mostrar todos sus encantos, y Lola que había recibido el comentario de que estaba divorciado como una esperanzadora insinuación, había disfrutado tanto la velada, que había olvidado por completo la preocupación por su hija.
Ahora con la mirada la buscaba por el patio, la última vez que se la cruzó creyó verla un poco mareada. Dedcidió buscarla y Carlos se ofreció solícito a acompañarla.
Encontraron a Marta y a Jesús sentados en un banco. El chico poco a poco había ido acercándose, y esperando reciprocidad por las atenciones mostradas con ella durante la noche, estaba proponiéndole ir a otro sitio.
Pero a Marta le estaba dando tales vueltas la cabeza que ni siquiera podía contestar. Cuando Lola apareció, Jesús dio un respingo y se retiró vergonzoso.
– Marta ¿cómo estás?, -preguntó Lola.
-Bien, bien… -contestó Marta casi sin voz y sin energía para levantar la cara.
-¿Cómo que bien, bien?, ¡que tienes una borrachera como un piano de grande!.
Si las paredes hablaran 20
Entre Carlos y ella casi la arrastraron al coche. Lola que en cualquier otro momento se habría alarmado por el comportamiento de su hija, se sentía tan a gusto, que no pudo más que tomarse con humor la situación. Con un par de besos se despidió del profesor y ambos dijeron adiós con el deseo de repetir el encuentro.
Camino a casa Lola estaba tan contenta que no podía más que sonreír y mirar con cara de felicidad a través del espejo retrovisor el semblante descompuesto de su hija. Intentaba con esfuerzo corregir la expresión y mantener el tipo en su papel de madre, pero no podía esconder la sonrisa y por decir algo se le ocurrió preguntar:
– ¿Es tu novio ese chico?
Y Marta comenzó a llorar y no paró hasta que en la cama vomitó su desencanto.
Deja tu comentario y suscríbete a la web! 🙂
¿Qué opinas?