Tuvo conciencia de que algo raro le estaba sucediendo.
Manuela se sentía fracasada y era incapaz de reaccionar; nunca había tenido tanto pánico ni esas sensaciones tan paralizantes.
Ese día hizo algo que sin ella saberlo, le ayudó a salvarse de una muerte en vida. Llamó a Sole.
Soledad estaba desvistiéndose en su cuarto cuando sonó el teléfono.
Con pocas ganas volvió a ponerse los zapatos y a colgarse el bolso para salir a la calle en busca de Manuela.
Según acababa de contarle había sufrido un ataque de ansiedad; angustia de la que ella hacía tiempo se sentía a salvo.
– Sole, gracias por venir -dijo Manuela.
– Aaayy, Manuela, Manuela… -suspiró Sole.- ¡oye!, me tomaría un café que era lo que iba a hacer ahora en mi casa…
– ¡Claro, claro!, lo que pasa es que no tengo café, no duermo, y si duermo, duerno fatal… té tampoco tengo –contestó Manuela preocupada.
– Bueno mujer, ¿tienes infusiones?, la salvia he leído que es buena para un montón de cosas…
– ¡Qué va!, lo único que tengo aparte de tila y valeriana, es manzanilla. Es que no tengo ni ganas de comprar…
– ¡bueno! –dijo Sole-, me tomaré una manzanilla, y mientras me cuentas paranoias, yo con tu permiso, me voy a ir liando un porro, que voy a probar la marihuana que me dio ayer Carlos…
– Carlos, ¿qué Carlos?
Si las paredes hablaran 30
– Carlos, tu compañero de trabajo y el mío, que es majísimo.
– Pues me pidió el teléfono de Lola -aclaró Manuela.
– Sí, a mí también me lo pidió, como desapareciste como si se te hubiera tragado la tierra…
– Es verdad, lo siento, pero es que a mí algo me pasa últimamente. Y llevo dos meses que no me baja la regla. De primeras pensé que podría estar embarazada, pero me he hecho dos test de embarazo y me han salido negativos. No sé qué hacer Sole, a veces creo que me estoy volviendo loca…
– Joder, pues sí estás mal, sí… – dijo Sole, levantando la cara y encendiendo el canuto. Miró a su amiga a los ojos y continuó – te diría que fumaras marihuana que a veces es muy clarificadora, pero creo que no te haría ningún favor, ¿quieres saber lo que yo haría en tu lugar?
– Pues claro, -dijo Manuela-.
– Ir a un médico, a un especialista.
– ¿A un médico?, ¿de qué me hablas Soledad?
– Pues de un psicólogo, ¡hija qué durita eres!…
– ¿Un psicólogo?… –repitió Manuela sorprendida, elaborando la información que acababa de recibir.
– O una sicóloga, -insistió Soledad impasible inhalando el THC de la marihuana…
Y Manuela resistiéndose al consejo de su amiga, le contestó:
– Claro tú lo ves muy fácil porque eres fuerte, valiente, una mujer decidida, haces lo que te da la gana, te salen bien las cosas…
– ¿Pero tú que te crees? – le dijo Sole molesta-, ¿que a mí me salen siempre bien las cosas?, más quisiera yo guapa…
– ¿Tú irías Sole?-
– Mira Manuela, se me ha acabado la paciencia, ¿sabes qué?… -dijo Sole apagando el porro y levantándose visiblemente perturbada-, que hagas lo que te de la gana porque yo no tengo ganas de seguir hablando…
Y se fue, dejando a Manuela perpleja y por primera vez en mucho tiempo, pensando en alguien que no fuera ella misma.
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