🙂 🙂 🙂 🙂 🙂 🙂 🙂 🙂 🙂 🙂 🙂 🙂 🙂 🙂 🙂 🙂 🙂 🙂

Yo no sé si algún día llegaré a saber si hay que confiar en el ritmo de la vida o hay que empeñarse en conseguir lo que una quiere; tampoco sé si existe el destino. Lo que sí sé cierto, es que aquel verano cambió nuestras vidas.
Mi madre llegó con una fuerza increíble. Se decidió por fin a colocar un cartel en la panadería para contratar a alguien que trabajara las tardes.
Recuerdo como si fuera ayer el día que llegó Juani camelándonos a todos, y lo rápido que nos hicimos amigas a pesar de ser unos años mayor que yo. Y el día que con un brillo especial nos dijo que llevaba una niñita en el vientre, y nos enseñó una foto de su marido al que adoraba.
Todavía puedo sentir las cosquillas nerviosas que me entraron cuando ví a Francisco, mi primer amor ahora sé que platónico, más adulto y mucho más guapo que cuando yo trataba con él.
Ha ido pasando el tiempo y han pasado a formar parte de la familia y a comenzar los pilares de una nueva generación. Porque ahora su hija, la pequeña Macarena, corretea traviesa y feliz por los suelos de la panadería, arrastrando de la manita a mi hermano Adrián que llegó unos años después.
Mi madre siguiendo su corazón, no renunció a su sueño de ser actriz y se asoció con Vicenta. Formaron un grupo de teatro que llamaron “Desde la calle”. Comenzaron las dos solas y poco a poco se les fueron uniendo más mujeres. Representaban diálogos que ellas mismas inventaban emulando una panadería; denunciaban sangrantes situaciones que sufría la gente del barrio.
Han tenido tanto éxito, que en la actualidad están haciendo una gira por los pueblos de Córdoba…
Si las paredes hablaran
…Y no es casualidad que lleguen a mi memoria ahora todos estos recuerdos.
Estaba a punto de huir del patético panorama laboral que sufrimos en Córdoba, cuando algo de golpe ha frenado mis planes aventureros.
La abuela ha muerto.
La noticia ha caído sobre mí como una losa y me ha dejado totalmente deshecha. Con la dinámica de prisas en la que vivo no he advertido su última manía de vestir de negro; y siento una profunda desazón.
No sé si ha sido elección suya el irse arropada únicamente por esas paredes que han sido su último cobijo, o se habrá sentido sola.
Y como no ha hecho ruido, diría que en la madrugada le sorprendió la muerte. Pero creo que las únicas sorprendidas hemos sido nosotras, porque junto a su anciano cuerpo en la mesita de noche encontraron tres fotos.
Una para mi madre, donde aparecía la abuela embarazada junto a Mercedes. Otra para mí, donde aparecemos juntas en la ribera del río la noche de aquel verano que salimos a dar un paseo dificultoso e inolvidable.
Si las paredes hablaran, capítulo 1
Hoy en el entierro he llorado como nunca antes lo había hecho. Como cuando mi madre se encerró desconsolada en su cuarto el día que descubrió la verdad de sus orígenes.
Y estaba junto a ella cuando se ha acercado un señor alto y bien parecido que yo no había visto antes. Mi madre con lágrimas en los ojos ha sacado una foto amarillenta del bolso y se la ha ofrecido con la mano temblorosa.
El hombre ha estado un rato contemplándola hasta que se ha sentado junto a mí; yo diría que vencido.
Entonces he visto el retrato. Era mi abuela joven, casi una niña, con el vientre abultado de la mano de su padre y de su madre en la puerta del cortijo.
…Yo no sé qué contarían las paredes si hablaran, pero sí que yo nunca podré contar otra historia tan especial como ésta; porque es la mía.
Aunque algunas cosas es mejor dejarlas como están, porque si las paredes hablaran serían unas chismosas.
😉 -FIN-

¿Qué opinas?