Una rápida mirada histórica nos muestra que la práctica homosexual ha existido en todas las civilizaciones y en todas la épocas: los griegos, los romanos, los chinos, los japoneses, los quechuas, los aztecas… hasta formaba parte de la vida diaria de los bucaneros o piratas.
El origen de la homosexualidad es uno de esos temas en los que hay diversidad de opiniones profesionales.
Estudios con un cariz más neurólogico piensan que son factores hereditarios los que están detrás de la etiología de la homosexualidad; estudios más sicológicos la consideran como resultado de un aprendizaje; hay quien la considera una patología y otros simplemente una opción sexual más.
Hay una formulación en torno a este tema, con la que particularmente estoy de acuerdo.
En 1938 Freud escribía “forzosamente llegamos a la conclusión de que hay, asimismo, alguna parte congénita en la base de la homosexualidad; por esto, la habilidad bisexual innata, es congénita en todas las personas, cosa que, como predisposición, puede fluctuar en intensidad y desarrollarse y manifestarse en el grado en que las influencias de la vida potencien”.
Estoy de acuerdo con Freud en este sentido. Creo que en la personal elección de la opción sexual intervienen todos estos factores, y actualmente algo que está determinando nuestras vidas: el género. Entendiendo el género como la clasificación de los seres humanos desde un punto de vista sociocultural, las diferencias y los movimientos que se han producido con la incorporación de la mujer a la vida pública, además de otros condicionantes, influyen en la elección que una persona haga de su sexualidad.
La homosexualidad ha sido ocultada y castigada a lo largo de la historia; pero la reina de la negación en este sentido ha sido la práctica homosexual del género femenino.
Por eso, y porque la realidad evoluciona con el correr del tiempo y los cambios sociales y culturales, animo a hombres y mujeres a ser consecuentes con los sentires más íntimos y no dejar que los parámetros culturales nos condicionen.
Como dicen por ahí, “que todo fluya, que nada influya…”.
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