Viviendo en una capital del interior de la península donde la probabilidad de ahogo es prácticamente nula, nunca entendí el empeño de mi madre en que aprendiera a nadar.
«Momento de pánico»
Yo tenía seis años y todos los lunes, miércoles y viernes por la tarde, fingía quedarme dormido en el sofá, a ver si afloraba en la que me trajo al mundo, algún resquicio de piedad y me dejaba dormir. Pero no. Como un reloj, todos los lunes, miércoles y viernes a las cinco de la tarde, me despertaba para que no llegáramos tarde a la clase de natación.
Yo me preguntaba qué mal había hecho para merecer aquel castigo.
Sinceramente, no recuerdo el tamaño de la piscina de mis pesadillas, pero para mí era todo un océano. Sentado en el borde veía cómo los demás niños, también las niñas, con sus caras felices se tiraban al agua sin contemplaciones, que si de bomba, que si de cabeza, que si de espaldas… Y yo me quedaba quieto buscando al monitor para decirle que me encontraba mal, que si me dolía la cabeza, que si estaba resfriado, que si una digestión pesada…
Momento de pánico
Ahora que me llaman señor en todas partes a las que voy, me siento más niño que nunca. No había vuelto a recordar aquellos frustrantes episodios de mi infancia, pero están volviendo nítidos a la mente en esta sala de espera del dentista. Y no porque hubiera sido un trago amargo para mí esta cuestión de los dientes, es más, recuerdo que cuando era pequeño solía presumir si se me caía alguno. Y me regodeaba; lo movía y removía hasta arrancármelo y ver mis manos ensangrentadas para enseñarlas con orgullo, mientras mi madre me regañaba echándose las manos a la cabeza. Hasta me llevé algún que otro coscorrón.
Y ahora siento un miedo irracional.

Debo de tener mala cara porque mi hija no para de preguntarme qué me pasa. Tengo un pellizco en el estómago y hasta siento mis manos temblorosas. Me late el corazón demasiado deprisa, y eso que estoy sentado. No me salen las palabras del cuerpo y como antaño, he intentado quedarme dormido para poner fin a la pesadilla, pero ha sido imposible.
He oído una voz fuerte y firme decir:
- Que pase el siguiente.
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